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Patentes de invención: de la obligación defensiva a la palanca estratégica

Actualizado: 11 sept

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Pascal Corbel*

Profesor

Universidad Paris-Saclay, RITM


*Miembro del cuerpo docente del Executive DBA Paris-Saclay / Business Science Institute



El mundo de las patentes puede resultar abrumador. Entre la jerga técnica, los procedimientos internacionales y las cantidades de dinero que hay en juego, a veces parece reservado a un puñado de especialistas. Para un directivo o un gerente, es difícil encontrar su lugar en este universo hecho de reivindicaciones, PCT, thickets, pools e incluso trolls. Los costes son tangibles, pero los beneficios siguen siendo difusos. Así que se registran, porque los demás lo hacen. Sin creer realmente en ello.


Sin embargo, algunas cifras contradicen estas representaciones. Cuando Technicolor recauda más de 400 millones de euros en regalías anuales, o cuando un grupo de actores importantes desembolsa 4500 millones de dólares para hacerse con las patentes de Nortel, resulta difícil seguir considerando la patente como un simple coste o una formalidad jurídica. Se trata, sin duda, de casos extremos, pero ponen de manifiesto la existencia de un reto estratégico muy real.


La patente como muralla o como activo comercial


En algunas empresas, las patentes desempeñan un papel defensivo evidente. Es el caso, en particular, de los laboratorios farmacéuticos o las empresas tecnológicas con una alta intensidad de innovación. Se trata entonces de construir una verdadera muralla jurídica alrededor de los productos, mediante una amplia cobertura internacional y la capacidad de detectar rápidamente las falsificaciones. Esto implica importantes recursos, equipos dedicados y una gobernanza integrada en la estrategia de la empresa.


Pero otras empresas, a veces del mismo sector, adoptan una lógica completamente diferente. No producen por sí mismas. Viven de las regalías pagadas por quienes explotan las invenciones. La patente se convierte entonces en un activo comercial. El objetivo ya no es impedir cualquier imitación, sino vigilar los mercados para identificar los usos rentables... y luego negociar desde una posición de fuerza.


Preservar la libertad de acción


Muchas empresas no sitúan la tecnología en el centro de su ventaja competitiva. Esto no hace que las patentes sean inútiles, sino todo lo contrario. Pueden servir para preservar la libertad de explotación en un entorno incierto. El simple hecho de poseer una cartera importante puede disuadir los ataques o permitir acuerdos de licencia cruzada.


Desde este punto de vista, la prioridad no es necesariamente la expansión internacional o la defensa activa. Se trata de ocupar el terreno, reducir el margen de maniobra de los competidores y mantener la capacidad de negociación. La función estratégica existe, pero se ejerce de forma diferente, con arbitrajes presupuestarios adaptados y un vínculo más indirecto con las decisiones de alto nivel. De ahí la importancia, no obstante, de conectar las estrategias de propiedad industrial con las de internacionalización.


Un marcador de identidad para las start-ups


A menudo se subestiman otras funciones de la patente. Puede enviar una señal clara de competencia a los socios industriales, tranquilizar a los inversores o reforzar la imagen de empresa innovadora. En el caso de una start-up, esta función puede ser decisiva para superar ciertas etapas de desarrollo. La patente actúa entonces como una prueba de seriedad, solidez técnica e incluso ambición estratégica.


En el fondo, lo determinante no es tanto la patente en sí misma como la forma en que se integra en una visión global. Una herramienta, por definición, solo vale por el uso que se le da. Y en una economía basada en la inteligencia, las ideas, las redes y la diferenciación, sería una lástima infravalorar una palanca tan estructurante.


Dos mundos que hay que conectar


Aún hoy, la propiedad industrial y la estrategia siguen estando demasiado a menudo confinadas a dos esferas separadas de la empresa. Una sería asunto de juristas e ingenieros, la otra de directivos y desarrolladores de negocios. Es esta frontera la que hay que derribar. La patente no es un simple acto jurídico. Es una elección estratégica, a veces fundacional. Y a todo directivo le interesa aprovecharla.



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